Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2019

¡Bésame, tonta!

Imagen
     Por lo visto soy un filemamaniático empedernido. Eso me pasa por leer tanto. Si tampoco sabes lo que significa, te pongo al día. La filemamanía es la denominación científica que recibe el deseo intenso de besar a otra persona.      Un beso no es más que ochenta millones de bacterias y otros microorganismos a la deriva en apenas diez miligramos de agua, grasa y sales minerales. Los antropólogos nos cuentan que es «una forma instintiva de la madre para proporcionar afecto y protección a su cría». He leído a otros que hablan más bien de «un impulso de succión que trata de evocar el período de lactancia». Algunos opinan, en cambio,  que se lo debemos a «la costumbre de algunas tribus primitivas de olerse entre ellos»... Se atreven incluso a relacionarlo con «tendencias canibalísticas». Sea lo que fuere… le estamos perdiendo el respeto.      ¿No me crees?      Cientos de horas de Ballet Fit, Body ...

Misterios del hipocampo

Imagen
     El saber no ocupa lugar. Eso dicen.       A los diez años puse a prueba mi hipocampo memorizando las alineaciones de todos los equipos de primera división. Y la verdad es que no quedó mucho sitio para polinomios, análisis sintácticos y el dichoso genitivo sajón. No entraban ni a la de tres. Casi nada de lo que escuchaba en clase permanecía, sencillamente porque el que no estaba allí era yo.      Recuerdo las escasas excursiones con las que nos obsequiaban como una verdadera válvula de escape. Aprender, lo que se dice aprender, no aprendía mucho. Pero era diferente. No íbamos a museos. Ni a acuarios. Ni a bibliotecas. No nos retratábamos bajo ningún monumento de Sevilla. ¿Y a dónde nos llevaban entonces? Pues a la Cruzcampo .  ¿A ver cómo funcionaba una gran fábrica? No, no. ¡A beber! Sin alcohol, supones. Pues no. ¡Con alcohol! Eso sí, roscos y patatas fritas no faltaban, no vaya a ser que se mareen los ...

La agenda

Imagen
     Hay dos cosas en este mundo que siempre me han jodido bastante: la injusticia y que me tomen por tonto. Por desgracia, suelen ir de la mano en demasiadas ocasiones. Uno encaja golpe tras golpe desde que el pie toca el empedrado, y se consuela con la sensación ilusa de  haber puesto, o no, la otra mejilla. ¿Acaso importa eso cuando recibes un millón de bofetadas? Pues sí, importa. Es justamente por ello por lo que sigues levantándote cada día, lo que hace que puedas soportar a la persona que refleja el espejo cada mañana.      Yo soy de los que ya no ponen la otra mejilla. Hace tiempo me di cuenta que así encajaba la mitad de golpes. Aunque también aprendí que no importa tanto cuántos recibes, sino cómo los recibes. Y cómo te levantas de la lona antes de que te cuenten diez.      Tras terminar el servicio militar, probé fortuna en el departamento de compras de una potente empresa de construcción, justo cuando empezaron ...

La entrevista

Imagen
     No sé si fue por lo qué dije o por cómo lo dije. Pero me hizo sentir especial.      A mi padre se le ocurrió morirse antes de que mi madre cumpliera los cuarenta. Yo tenía seis años. Mi hermano mayor once y el pequeño dos. Nos quedamos perdidos en la inmensidad de la gran ciudad. Una anémica pensión de viudedad, que a duras penas nos mantenía de niños, se terminó de desangrar al toparse de lleno con la exigencia del adolescente.      Lo fácil hubiese sido volver al pueblo, con la familia. Allí tendríamos trabajo en el campo y estaríamos rodeados de los nuestros. Pero mi madre ya conocía ese tipo de vida. Creció pisando terrones, ennegrecida por el sol, calada hasta los huesos por el frío y la lluvia.  Así que sacrificó lo único que le quedaba para poder ofrecernos otras opciones.       Cuando me levantaba sin ganas de ir a clase -lo cual ocurría con excesiva frecuencia- mi madre solía co...