Sobrevolando Moscú
Aunque estaba a años luz de todo aquello, la mirada de los niños me resultaba familiar. Sabía lo que sentían en ese preciso instante. Yo también lo sentí.
Yo sobrevolé Moscú.
Tomé entre mis manos el estuche vacío del videojuego y saqué de su interior el libreto de instrucciones. Lo ojeé por encima. Me lo acerqué a la cara. El olor de la tinta sobre el papel es algo que permanece casi inalterable con el paso del tiempo.
Cerré los ojos y…
Oí el sonido de las llaves y el giro de la cerradura que nos anuncia la inminente llegada de mi madre con los mandaos. Hoy ha salido el Teleprograma, una pequeña revista con toda la información televisiva de la semana. ¡De todas las cadenas! Sí, sí… de las dos. ¡Incluye el UHF! ¡Y en apenas ochenta páginas en un áspero blanco y negro! Por diez pesetas, mis hermanos y yo nos dábamos manotazos para ser los primeros en enterarnos.
―¡Superman! ¡El sábado ponen Superman!
―¿Cómo? ¡Pero si hace apenas cinco años estaban echándola en el cine!
―Pues ahora… ¡Vamos a poder disfrutarla en el salón de casa!
―¡No me lo creo! ¡Prepara una cinta, por dios, esa tenemos que grabarla!
―¡En LP!
―¡Noooooo! ¡Qué dices! ¡En SP, qué si no se estropea!
Mi hermano mayor se pasaba toda la semana confeccionado el estuche. Buscaba fotos del Teleindiscreta, del Fotogramas, del SuperPop… e iba completando una especie de collage. Después rotulaba el título con la regla de letras y los rotrings de Faber Castell, cuyo 0,20, pese a las múltiples caídas que sufría, aún conservaba milagrosamente intacta su finísima punta. Para la contraportada, una extensa sinopsis del film redactada con su maquina de escribir Underweood. Todo ello culminado con el sello Redcomp o RedBrothers. Marca de la casa. Control de calidad. Obra de arte asegurada.
Lamentablemente, aquel sábado, una rata díscola, cansada de alcantarillas y humedales, buscó cobijo en el cuarto de contadores del edificio. De entre todas las posibilidades culinarias que se le presentaron, eligió el cable de alta tensión que abastecía de electricidad mi casa, justo cuando el planeta Krypton se desmoronaba ante la mirada atónita de Marlon Brando. Para cuando se restableció el flujo eléctrico, tan sólo quedaba la carta de ajuste con aquel ensordecedor pitido. Aquella noche descubrí la cantidad de santos que conocía mi hermano. Los nombró uno por uno a todos ellos ―y a sus familiares fallecidos― incluido San Petersburgo.
El domingo amanecía con el olor a churros. Adelantamos la hora para poder acercarnos al mercadillo de la Alameda. Vamos a intentar adquirir juegos piratas para nuestro flamante Amstrad 64K. Ya estábamos cansados del Plaga Galáctica, del Oh Mummy y del Almirante Graf Spee, todos ellos incluidos en el paquete inicial. Ahora mola Raid over Moscow. Hemos visto la portada en una revista de informática y lo tiene todo. Cazas de combate sobrevolando el Kremlin, incursiones en factorías militares al amparo del indeciso color que precede al crepúsculo. Incluso te ponían algunas letras al revés con la hoz y el martillo detrás para que pareciera más soviético aún… ¡Joder! ¡A por él!
Tomamos el autobús del barrio que nos deja en el prado de San Sebastian y de ahí a patas hasta la Alameda de Hércules. Casi dos horas después, y no sin antes realizar la parada obligada en F. Cuevas para deleitarnos con sus maquetas y muñecos, se abre ante nosotros el primer puesto del rastro. Vende libros usados, pero yo no aparto la vista de un manoseado Interviú, ―¡qué buena sigue estando Marisol, por dios!― Lo pasamos. No hay tiempo que perder. Buscamos a Rafa. El tiene las mejores copias de juegos de toda Sevilla. Su tenderete está entre la manta de los picaportes y cerrojos mohosos y la boutique de ropa militar. Una simple mesa de camping con todas las regrabadas cintas de cassetes expuestas. Sin trampa ni cartón.
―¡Mira, mira… aquí está; la tiene! ¡Raid over Moscow!
―¡Ostia que pasada!
―Esa vale doscientas pelas, porque acaba de salir ―se adelanta Rafa marcando su territorio.
―La cargará sin problemas, ¿no? ―Le replico ipso facto.
―¡Hombre, pues claro! Si tenéis algún problema me la traéis el próximo domingo y os la cambio. ―Concluye mientras acepta nuestros ahorros de la semana.
El viaje de vuelta a casa se hacía infinito. Llegábamos casi a la hora de almorzar. Corríamos hasta el ordenador y lo encendíamos. Colocábamos la cinta en el reproductor y comenzábamos a cargarla…
«¡Piiiiii iii piiiii pi pi zrogragro piiiiiia jorjarooo!» Así durante veinte eternos minutos.
―¡No me lo puedo creer! ¡Read error A! ¡Está jodida! ¡No la carga! Lo sabía, ¡me cago en San Petersburgo! ¡Ayer lo de Superman con la puta rata y ahora ésto!
―Tranquilo hermano. Vamos a limpiarle los cabezales con alcohol y lo volvemos a intentar.
«¡Piiiiii iii piiiii pi pi zrogragro piiiiiia jorjarooo!»
Y entonces… aparecía.
Una pantalla completamente negra con las pixeladas letras de «Raid!!!» pasando de forma intermitente del rojo al amarillo. Le dabas al enter y aparecía lo que pretendía ser un avioncito formado por cuadraditos amarillos sobre un fondo gris azulado, que intenta, sin demasiada suerte, simular un hangar en la mismísima guerra fría! Un niño de preescolar lo detalla más.
-¡Me cago en la puta! ¡Has visto eso!
-¡Ya te digo! ¡Pedazo de gráficos!
-¡Igual, igual a la portada!
-¡Es qué ya no sé qué van a inventar!
De la banda sonora del juego mejor ni hablar. El ritmo de la batería parecía alguien arrugando papel de celofán y las explosiones se confundían con los eructos del vecino que se colaban desde el ojo patio.
Sin embargo hay estaba. Aquella mirada. La misma que la de los hijos de mis amigos adentrándose en los universos inhóspitos del Anthen. Y detrás del telón de acero permanecía mi madre con su vecina. Como idiotas. Anonadadas. Sin articular palabra. Estaban a años luz de todo aquello y aún así la mirada les resultaba familiar. Sabían lo que sentíamos en ese preciso instante. Porque, a través de nuestros ojos, ellas también sobrevolaron Moscú.
Una vez más, consigues que florezcan todos los buenos recuerdos de nuestra infancia. ALUCINANTE!! Estoy emocionado.
ResponderEliminarEso es justo lo que siento al escribirlo. Gracias a vosotros.
ResponderEliminarBueno crack, sí, llevaba tiempo sin leerte, me encanta. Recuerdo mi Spectrum...
ResponderEliminar¡Hombre! Tú por aquí... Me alegra, y lo sabes.
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